Salvador salvaje.
Girona- Amer Amanecimos tarde hoy, con la tranquilidad de un pueblo donde habitan 2000 personas. Calma, luz del sol, silencio. Café. Escribir. Leer. Aquí el tiempo pasa como debe pasar. Lento, cada minuto te mira a la cara y te hace saber que existes, que esto es lo que eres ahora, el tiempo pausado te deja observar para adentro, ver tus heridas curadas, tus vacíos llenos, tus pensamientos más queridos, tus recurrentes ideas, tus principios, tus marcas. Las doce, la una, las dos. A las dos y media sale el bus que nos lleva a Figueres. Voy a conocer, el museo de Dalí. En la puerta del museo el sol nos pega de frente. Las calles de alrededor con sus piedras nos calientan los pies. Es momento de entrar. No sé cuánto tiempo vaya a tomar esta visita y mañana iré de vuelta a Barcelona, así que ahora el tiempo de nuevo tiene tanta importancia, no lo puedo dejar pasar. Y entonces cruzo la puerta que ya no recuerdo. Me encuentro en este patio redondo sin techo, con el barco que gotea en el c