No dejarse insultar, no es que no puedan insultarte. Dejarse insultar es aceptar el agravio como real, es creer que el agravio es verdadero. Es querer devolverlo, es no tomarlo como una escalera. Dejarse agraviar, menospreciar, es dejarse afectar de mala manera. En mi otra vida dejé que la sutileza del sociópata me insulte una y otra vez. Luego la sutileza desapareció y una especie de creencia se había instalado en mi descuidada fortaleza y en mi propio amor a la vida. Cosa que me mostró lo irresponsable que estaba siendo conmigo misma. En esta vida, nueva, llena de gracias y sobretodo llena de memoria. Agradezco cada uno de los agravios y mas agradezco la claridad para ver las cosas. Gracias por que cada uno de esos asolapados y no tan asolapados intentos de desestabilizarme, no solo no lo hacen, si no que me impulsan a no perder la memoria, a seguir ayudando a otras personas. A hacerme responsable de mi misma y vivir, con memoria, sin rencores, por que nada de eso mere