Salvador salvaje.
Girona- Amer
Amanecimos tarde hoy, con la tranquilidad de un pueblo donde habitan 2000 personas.
Calma, luz del sol, silencio.
Café. Escribir. Leer.
Aquí el tiempo pasa como debe pasar. Lento, cada minuto te mira a la cara y te hace saber que existes, que esto es lo que eres ahora, el tiempo pausado te deja observar para adentro, ver tus heridas curadas, tus vacíos llenos, tus pensamientos más queridos, tus recurrentes ideas, tus principios, tus marcas.
Las doce, la una, las dos. A las dos y media sale el bus que nos lleva a Figueres. Voy a conocer, el museo de Dalí.
En la puerta del museo el sol nos pega de frente. Las calles de alrededor con sus piedras nos calientan los pies. Es momento de entrar. No sé cuánto tiempo vaya a tomar esta visita y mañana iré de vuelta a Barcelona, así que ahora el tiempo de nuevo tiene tanta importancia, no lo puedo dejar pasar.
Y entonces cruzo la puerta que ya no recuerdo. Me encuentro en este patio redondo sin techo, con el barco que gotea en el cielo y mi vida cambia por completo.
Un golpe seco en el pecho me cierra la garganta, me quita toda la tranquilidad, el calor del cuerpo desaparece. Tiemblo, tengo miedo de mi misma, intento mirar al piso para buscar mi equilibrio, pero no hay nada, nada es como antes, nada me funciona. Mi impresión no me deja avanzar por aquel lugar, el aire entra crudo por mi nariz y mi cabeza se alza de nuevo a pesar de mi garganta, a pesar de este destierro de mi misma.
Haber aprendido a ser social me está costando todo. Siento que sangro por dentro de no poder gritar con esta furia inexplicable. Camino inerte hacia dentro del lugar. Siento que debo golpear al cielo, necesito correr, huir hacia adentro. ¿Dentro de qué? No puedo pensar.
Mis lágrimas perdieron toda su dignidad. Mi cuerpo creído de saber reconocer sus marcas, sus movimientos, ahora no es nada, esta masa me sobra, estos huesos me estorban. Estoy abierta, expuesta como cuando tenía 6 años antes de descubrir ciertas cosas.
Todavía me cuesta recordarlo. Me vuelvo vulnerable cuando pienso en ti, en tu obra, ¿En tu obra-ti? Cuando te vuelvo a ver soy una adolescente, incierta, quince añera.
Enamorada por primera vez, enamorada de un muerto que vive por todas partes, que ha cambiado mi visión de todo, de mí, de la vida, del arte, de la música, del tiempo, del pasado, de lo que no existe, de lo que pensé que no existía, de los demás. Perturbador y malicioso, dulce enamorado de las cosas más suyas y loco.
Cuando pienso en ese día y si te cruzo de nuevo, en Roma, en París, en Zúrich; no tengo idea de quién soy, de quién intento ser, de que hago, me pones nerviosa, mi garganta hierve otra vez y mi estomago me avisa.
Él me ha quitado las ganas de amar a otro.
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