Quedarse habitando el dolor
Hay sufrimientos inevitables en la vida. Pérdidas, golpes que no escogemos y que simplemente nos toca atravesar. Pero también hay dolores que sostenemos más de lo necesario, por costumbre, por miedo o por no saber cómo soltar.
A veces nos quedamos en un círculo que conocemos, aunque duela. Preferimos la familiaridad del malestar antes que la incertidumbre del cambio. Y nos justificamos: “Es que así soy”, “Es que siempre ha sido así”, “Es que no hay otra opción”. Pero, ¿realmente es cierto?
No se trata de minimizar lo que sentimos, pero sí de preguntarnos: ¿esto es parte del dolor inevitable de la vida o es algo que sigo eligiendo sostener? ¿Estoy atravesándolo o me estoy instalando en él?
Salir de estos ciclos no es fácil, pero es posible. A veces es un gran salto. Otras veces es un movimiento sutil: una pregunta distinta, un pensamiento nuevo, un primer límite.
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