Como Brote.
Como brote psicótico fue diagnosticado el episodio, que nunca recobró de su vida Elvira. Ese día despertó más confundida que de costumbre, con el pelo más corto de lo que recordaba, la casa de cabeza, los discos rotos, regados por el piso, cigarrillos sobre la cama, quemaduras en los brazos y piernas. Entonces decidió buscar ayuda, esto no podía seguir así.
Fue enseguida donde los especialistas, ya antes alguien le había comentado de este lugar donde ayudaban a gente con bajos recursos económicos y quedaba a pocas cuadras de la casa donde Elvira vivía en ese entonces.
Primero fue entrevistada por una mujer.
¿Por qué ha venido? – Preguntó la mujer de voz suavemente fingida, inclinando su cuerpo hacia adelante como queriendo establecer intimidad.
Elvira en la silla del frente. Avergonzada contestó – No recuerdo el día de ayer – y le mostró la mano izquierda.
Con una media sonrisa forzada la mujer de voz fingida le pregunto de nuevo - ¿escucha voces? ¿Sabe quién la hizo eso? Elvira enmudeció.
La mujer de voz fingida se levanto de la silla y le pidió a Elvira que la acompañe. Te voy a presentar a alguien que te va a ayudar – mientras caminábamos por un pasillo que conducía a un salón de madera, lleno de pupitres como las de un colegio.
Siéntate aquí y espera- dijo señalando un pupitre cerca de la puerta de salida.
En menos de cinco minutos una mujer de mediana estatura y cabellos cortos de color naranja se sentó frente a Elvira. Elvira sintió que ella era la persona en quien confiar, quería decirle lo asustada que estaba y que temía por los días que vengan. Quería decirle que hace años no consigue dormir de corrido una noche completa, que no quiere ver a nadie, que no soporta a las personas, que le duele el cuerpo, que tiene solo 21 años; y llorar.
Pero no fue así. La mujer que parecía la salvadora, le hizo unas tres preguntas concretas y luego le entregó una receta médica.
Empieza hoy mismo a tomarlas por la noche y regresa donde la asistenta social, para que te programe sesiones con la doctora Caballero. En unas semanas veremos de hacer exámenes de litio. Pero para eso tienes que estar limpia.
Hasta la próxima- dijo mientras se paraba del pupitre y se fue con el mismo ritmo con el que entró.
Mas desorientada, Elvira salió del lugar hacia la farmacia más cercana, mostró la receta al hombre del mostrador y él regreso con la caja en la mano. Son treinta pastillas… - consultó en el ordenador – 367 Nuevos Soles (Más de 100 dólares)
En ese momento Elvira pensó que otro “brote psicótico” se aproximaba velozmente. Era una suma impagable para la situación en la que se encontraba. No entendía nada, ¿Por qué me receto algo tan caro? ¿No se suponía que este lugar es para personas de bajos recursos? ¿Qué hago? – se preguntaba Elvira mientras caminaba despacio en busca de otras farmacias, esperando un milagro.
Visitó tres farmacias mas, sin milagro alguno. Los precios eran los mismos. Regresó a su casa, a su desastrosa casa a seguir muriendo, sin encontrarle salida a su desdicha.
Mi.
Fue enseguida donde los especialistas, ya antes alguien le había comentado de este lugar donde ayudaban a gente con bajos recursos económicos y quedaba a pocas cuadras de la casa donde Elvira vivía en ese entonces.
Primero fue entrevistada por una mujer.
¿Por qué ha venido? – Preguntó la mujer de voz suavemente fingida, inclinando su cuerpo hacia adelante como queriendo establecer intimidad.
Elvira en la silla del frente. Avergonzada contestó – No recuerdo el día de ayer – y le mostró la mano izquierda.
Con una media sonrisa forzada la mujer de voz fingida le pregunto de nuevo - ¿escucha voces? ¿Sabe quién la hizo eso? Elvira enmudeció.
La mujer de voz fingida se levanto de la silla y le pidió a Elvira que la acompañe. Te voy a presentar a alguien que te va a ayudar – mientras caminábamos por un pasillo que conducía a un salón de madera, lleno de pupitres como las de un colegio.
Siéntate aquí y espera- dijo señalando un pupitre cerca de la puerta de salida.
En menos de cinco minutos una mujer de mediana estatura y cabellos cortos de color naranja se sentó frente a Elvira. Elvira sintió que ella era la persona en quien confiar, quería decirle lo asustada que estaba y que temía por los días que vengan. Quería decirle que hace años no consigue dormir de corrido una noche completa, que no quiere ver a nadie, que no soporta a las personas, que le duele el cuerpo, que tiene solo 21 años; y llorar.
Pero no fue así. La mujer que parecía la salvadora, le hizo unas tres preguntas concretas y luego le entregó una receta médica.
Empieza hoy mismo a tomarlas por la noche y regresa donde la asistenta social, para que te programe sesiones con la doctora Caballero. En unas semanas veremos de hacer exámenes de litio. Pero para eso tienes que estar limpia.
Hasta la próxima- dijo mientras se paraba del pupitre y se fue con el mismo ritmo con el que entró.
Mas desorientada, Elvira salió del lugar hacia la farmacia más cercana, mostró la receta al hombre del mostrador y él regreso con la caja en la mano. Son treinta pastillas… - consultó en el ordenador – 367 Nuevos Soles (Más de 100 dólares)
En ese momento Elvira pensó que otro “brote psicótico” se aproximaba velozmente. Era una suma impagable para la situación en la que se encontraba. No entendía nada, ¿Por qué me receto algo tan caro? ¿No se suponía que este lugar es para personas de bajos recursos? ¿Qué hago? – se preguntaba Elvira mientras caminaba despacio en busca de otras farmacias, esperando un milagro.
Visitó tres farmacias mas, sin milagro alguno. Los precios eran los mismos. Regresó a su casa, a su desastrosa casa a seguir muriendo, sin encontrarle salida a su desdicha.
Mi.
Comentarios