Física...

Terminar ejerciendo ninguna de las anteriores, por azar o por destino, eso no tiene importancia; a fin de cuentas no sé nada de física – piensa Damien mientras camina a paso apurado.
También recuerda las veces que a creído en la suerte y las veces que creyó en el destino. Damien mira el reloj de pulsera y no logra ver la hora, sigue acelerando el paso.
¿Y la hora? ¿Para qué sirve? – cruza una esquina, de esquina a esquina sin medir peligro; el tráfico es intenso, nadie puede ir rápido. Si me llegara a agarrar un auto solo me daría un empujoncito, de todas formas eso no va a pasar. Ya estoy en la acera de enfrente.

¿De física? No sé nada. Entra, como siempre, por las pequeñas rejas azules del costado de la puerta por donde entran los clientes y va de frente a su ordenador, PC viejísima, que demora 14 minutos en iniciar.

Te dejé chamba en el cajón izquierdo, le grita a menos de un metro de distancia, don Genaro. Damien revisa el cajón; son dos discos duros que hay que intentar que salvar. Prende un cigarro.

Discos duros, discos duros, salvando los discos duros, duro, pared, hueso, íntimo, duro, verga, disco, dentro, discos que no son redondos, círculo, juego, rueda. ¿Nadie sabe quién inventó la rueda? Pues no. Al final no es de nadie ese invento. Es de todos, de una época, uhhh! Lejana- piensa Damien con el cigarrillo en la mano; cigarrillo con ceniza, larga, gris, ceniza que está a punto de caer, pero no se cae. Aspiro, aspiro despacio, sin que se caiga, a ver cuánto aguanta la ceniza. La ceniza se cae sobre su nariz.

Han pasado 36 minutos del mediodía, ahora que veo la hora. 42 años tengo, y ¿Por qué creo que no sé nada de física? Si, si sé de física. Educación física, no. Esa es otra física. Sonríe de sí mismo. Damien mira las letras y números que aparecen en los discos duros. Los discos duros pueden esperar. Mejor voy a almorzar. Acá no hay nada que hacer. Estoy distraído.

Don Genaro, déjeme explicarle, no me puedo quedar, me siento mal, por eso he llegado hoy al mediodía. Intenté avisarle pero no pude. De verdad lo siento, no creo que pueda venir mañana tampoco. Don Genaro se está tomando esto muy mal, piensa Damien mientras lo ve descomponerse en gritos y agitar las manos. Damien no logra oir nada de lo que Don Genaro dice, solo piensa en que las manos de Don Genaro eran muy grandes para su tamaño, que además su cabello era muy ancho para su cabeza y que las manos esas gigantes podían salir volando en cualquier instante y matar a cualquiera. Intentando reprimir la risa. Cuando Don Genaro paró de gesticular para hacer un movimiento mecánico (encender un cigarrillo) Damien salió con la cabeza gacha. Actuaba.

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