D'Efectos secundarios.

No tengo sueño, ya no puedo dormir.
Hace dos horas tenía mucho sueño. Estoy en la cama, adormecida, dando vueltas, escuchando el silencio casi aterrador de mi verde pueblo. Aprender a respirar, aprender a pasar la saliva, la saliva. ¿Dónde está mi saliva? No siento mi garganta.
Son segundos. Qué largo es el viaje, son pocos minutos, qué ganas de llegar. No me pidas paciencia, me jode que me pidas paciencia, cuando es lo que me sobra. Lo único que me sobra. Tengo calma, tengo mucha calma.
“¡Buen viaje!” No sé si bueno; malo, largo, mío, tuyo, conocido, desconocido, de otro, de otros, de los que hablan de lejos, que gritan, que están cerca; que no están… pero los siento.

Dando vueltas acompasadas, estoy esperando aterrizar.

Hay efectos que duran toda la vida. Tenía el presentimiento de que esto iba a pasar.

Hoy no duermo. Ya sé como viene esta mano, pero no me doy cuenta hasta que estoy adentro, o mejor dicho, afuera… o en ningún lado. Vertigosa, inventando palabras, de caída, sin resortes, sin paracaídas, sin almohadas, sin noches oscuras, ni compañías preciadas. Espirálica, lenta; absorbiendo en mi memoria rota, cada curva improvisada… bajo, hasta lo más bajo, abajo.
¿Dónde queda abajo? ¿Qué tan abajo es?
Tengo calma. No me pidas paciencia.
Tengo mucha calma. Voy a esperar. Espero yo, mis piernas, mis manos, mis brazos, mi nuca, mi boca, mis caderas…

Comentarios

Entradas populares de este blog

Para qué escribir hoy día?

Velada Miserable

La cosa luminosa