Razones

Al dar la vuelta a la esquina, acelero un poco el paso esperando que nadie me vea y por fin prendo el cigarrillo que tanto quería fumar. Me esperan dos horas de viaje para llegar al trabajo.

Es un día de sol. Me gusta vivir en esta ciudad, claro que me gustaría más si estuviésemos más cerca.
¿Más cerca de qué?
No sé. De mi trabajo por ejemplo. Es por lo único que me muevo hasta el otro lado de la ciudad - aunque él piense que es una pérdida de tiempo ir a trabajar. Pero si no hago esto. ¿Qué otra cosa podría hacer? Verte la cara todo el día podría ser peligroso.

Puedo empezar a pensar que tu eres yo y que yo soy tú. ¿No crees?
“Siempre hablas por hablar, sin razón ni sentido”.
Pero, dices que no todo tiene un ¿Por qué? – Me quedo en blanco.
He llegado a la parada del bus, espero que no se demore tanto como otros días. Estar dentro del bus no es tan aburrido como estar en la parada, sola, mirando nada y sin poder fumar, porque acá en la parada es probable que alguien me vea fumando y le hagan algún comentario a él, no quisiera tener que explicar que solo fumo entre uno a tres cigarrillos diarios, y que no se lo dije porque sé que se molestará.
Esta ciudad me gusta mucho. Lo que no me gusta es el barrio donde vivimos Julián y yo. Hay tantos otros lugares donde podríamos vivir. Esta ciudad es una de las más grandes de Latinoamérica y no se parece a ninguna otra.

En esta ciudad la gente es arrogante, alocada, con una inventiva extraordinaria, tienen un ritmo especial; eso me gusta.
Por fin llega el bus.

Buen día- digo como siempre
Como siempre sin respuesta del conductor. Es que con este calor no debe tener ganas de responder a nadie nada, seguro quiere estar en su casa, mirándole la cara a su mujer. Como yo debería hacer, en vez de estar viajando tanto y trabajando por unos miserables pesos, que no me sirven ni para sentirme independiente de verdad.
Las monedas se me caen al momento de introducir la cantidad que me pide la maquina, logro recoger una por una, mientras la señora de atrás se queja entre dientes, apurada, no sé de qué. Es seguro que no va a llegar más rápido si yo pongo la moneda antes. Ya estamos dentro del bus, y la puerta está cerrada.

¡Qué gente tan especial!- Pienso.

El bus, por este lado de la ciudad, siempre llega casi vacío, así que encuentro el asiento que quiero. El asiento individual al lado de la ventana, al lado derecho mirando de frente.

Me siento y saco de mi bolso el aparato para oír la música, la música me ayuda a soñar, a escapar. No, no es que quiera escapar, pero cada vez que me siento en un autobús, siento ganas de que el viaje nunca acabe, o que sea muy largo, que nos lleven a otro lado, a otro país, y que yo pueda escuchar las canciones que me gustan mientras veo el paisaje desde mi asiento.

Siempre siento una tristeza extraña cuando llego a mi destino. Más cuando el destino es a la inversa, cuando llego a casa. Pero no sé porque. Debe ser que quisiera viajar, me gustaría que a Julián le guste viajar. Dice que lo odia. No es que yo me muera por viajar, solo me gusta… Puedo vivir sin viajar, puedo quedarme en casa viendo como otros viajan, puedo aprender de otros lugares y otras culturas por la televisión, o leyendo. Como dice Julián, no es necesario probarlo todo para saber de qué se trata.

Quisiera no pensar tanto en eso de los viajes, ni en nada. - Cambio las pilas, y escucho.

Pasamos por los dos puentes, como de costumbre, hoy hace calor, la gente está por las calles, algunos apurados cruzan por donde no deberían, otros caminan como si alguien los siguiera, en esta ciudad la gente anda muy apurada.

Paramos a recoger más personas, muchos botan su cigarrillo justo antes de subir, dando la última calada angurrienta, como si no fuera a fumar nunca más, con profundidad. ¿Hasta dónde llegara ese humo?-Me pregunto yo. Yo, que también fumo.
La fumadora sube al bus y la respuesta es clara, el humo llega a todos y se queda hasta el final del viaje. El olor a cigarrillo es muy fuerte, parece que se lo hubiese comido.

Pienso que Julián debe notar cuando yo fumo, así pasen las horas, el humo se queda impregnado en todos lados, es penetrante el olor. Luego de un rato me acostumbro y olvido eso. Escucho la canción.

Imagino que soy yo la que canta la canción que estoy oyendo. Es en un pequeño bar, con mesas y sillas de madera, el escenario tendrá diez metros de largo por tres de profundidad, me acompaña un baterista, que está detrás de mi, un guitarrista a mi derecha y un bajista a mi izquierda, las luces del lugar son tenues, casi románticas; algunas luces rojas y azules nos marcan las pautas para los tonos de la canción, canto mientras miro a los ojos a mi público, interpreto la canción con mucha fuerza, el público es gente que conozco, me miran con atención, algunos están sentados en mesas, otros están parados en el fondo donde hay una barra, todos tiene copas de tragos o cervezas, no hay más de 50 personas. Julián no aparece en el bar; cuando sueño, él nunca aparece. No cuando sueño despierta.

La canción termina y la gente me aplaude. Yo estoy con un vestido tipo años veintes de color rojo y tengo una flor en el pelo de color blanco, mi cabello está corto y los rulos están perfectamente bien formados, no tengo mucho maquillaje y me veo sumamente delgada, casi he perdido todas mis curvas. Estoy hermosa, lo sé, todos los saben, comienzo a cantar el tema que viene.
Miro por la ventana, pero por muchos momentos no veo nada, me pierdo en mis pensamientos y en los detalles de mi presentación como cantante. Mi imaginación me lleva a pensar que el bar, la gente, la música, el vestido, mi voz, todo es cierto.
Espero nunca perder la capacidad que tengo para soñar despierta con cualquier cosa que quiero; eso es de lo único que no le he hablado a Julián. Últimamente solo sueño con la música, pero antes lo hacía con cualquier cosa, en cualquier momento podía inventar de todo, en cualquier lugar. Estoy segura que solo es cuestión de práctica.
El bus se detiene de tanto en tanto, un transeúnte le pregunta al conductor si va por la calle San Martín, el conductor enojado, no le responde y avanza con velocidad.
Ya estamos en la zona que más me gusta del camino, las calles de acá me encantan porque son pequeñas y tienen pocos edificios, la mayor parte de viviendas son casas, hay muchos parques, pequeños y grandes donde siempre hay gente. Este barrio está alejado del ruido de la ciudad, pero a la vez está muy cerca de todos los lugares comerciales, cines, teatros, cafés, librerías, kioscos, etc.

A Julián no le gusta ir a ningún lado, ni al teatro, ni al cine, ni a los cafés, a ningún lugar con gente. Yo lo entiendo. No, no es que yo quiera ir a todos lados, pero a veces quisiera salir con él, salir fuera de la casa para hacer algo. “¿Algo como qué?” - No sé, ver una película, comer afuera, mirar libros juntos. Ya sé que todas películas son malas hace un tiempo. Tiene razón.

“Cuando estás en un café o en un bar, la gente te observa y los meseros son demasiado atentos. Solo esperan que pidas más y más.”
Él tiene verdaderas razones. Solo digo que a veces me gustaría salir con él. Pero no importa, no es importante.

Pienso en que tal vez pueda encontrar un trabajo más cerca, sobre todo por la hora de volver, eso es lo más pesado, el camino es largo y lo hago de noche, tengo que tomar dos o tres tipos de trasporte y esperar mucho tiempo en las paradas.
Julián se preocupa mucho, dice que lo más probable es que me pase algo un día de estos, que me roben, que me atropellen, que me caiga, que me persigan, y peores cosas que prefiero no repetir. Se me hace un nudo en el estómago, cuando me acuerdo de las cosas que él dice, me pueden llegar a pasar si no encuentro un trabajo más cerca o si no dejo de trabajar del todo, o si solo trabajo de día. Pero trabajar por la mañana no es fácil para mi, tendría que despertar antes de las 5 de la mañana para llegar hasta aquí, además no hay clientas por la mañana temprano.

De día también hay muchos peligros, dice, pero de noche los hay más. Tiene toda la razón, debería pensarlo y ponerme a buscar otra cosa. Va a ser difícil porque me gusta lo que hago allá en el centro de la ciudad, además me encanta el viaje en bus. Pero eso no se lo puedo decir, no lo entendería, no es que él no sea capaz de entenderlo. Yo no soy capaz de explicarlo. ¡Me enredo toda cuando estoy por explicarle algo a Julián! Prefiero no abrir mi boca.

Faltan 20 minutos para llegar a mi destino. Espero trabajar mucho hoy. Así junto un poco de dinero. Me pagan por trabajo que hago, algunos días solo atiendo a dos clientas, me la paso muchas horas y no gano mucho, claro que estando ahí me divierto, converso con la gente que trabaja conmigo, con las clientas que llegan, es verdad que no son conversaciones muy interesantes, ni muy profundas (eso creo).
Julián dice que no necesito realmente el trabajo, porque casi todo lo que gano me lo gasto en pasajes, si no trabajara, no necesitaría tener ese dinero que gasto en transporte, tiene razón.

Algo me queda para mí, es mejor eso que nada pienso yo, quisiera explicárselo pero no va a entender. Él tiene razones, tiene buenas razones. Yo no sé cómo explicarle mis razones, las mías no son muy lógicas, mis razones tienen que ver con como me siento, y ese no es el objetivo de un trabajo... ¿O sí? No. Uno trabaja para ganar dinero… ¿O no? Prefiero no discutirle nada. Es más seguro que yo no tengo buenas razones, solo son sensaciones, ganas de hacer algunas cosas, hacer algo diferente, compartir mi día con otra gente.

“Como si la otra gente fuera importante”. No son muy importantes ahora porque no los conozco mucho, pero podrían serlo con el tiempo. Eso pienso yo. Pero sé que lo más importante es que Julián y yo estemos juntos.

Me voy a bajar una parada antes para caminar un poco. Me gusta pasear por esta zona, es muy distinta a donde nosotros vivimos y si prendo un cigarro, ¡nadie me va a encontrar!

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