Para que nunca lleguemos ahí. Al fondo

Te acaricio los ojos con lo que puedo. Párpados inflamados, ojos rojos, reventados, fuera de ti y siempre de mi.

Con mis ojos oscuros, orientales, ausentes y con la boca entreabierta, casi sonriente.
Somos impulso, soy pulsíon. Tánatos viene a mi. Sin vergüenza.

¿Por qué habría de tenerla? Si tu tampoco puedes. Tu tampoco quieres que lleguemos ahí. Y no te atreves a ver mis ojos (mejor así) grandes, sin venas, castaños, abiertos, de mañana, occidentales.

Aterradores. Elucubrantes.

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